El azar y la necesidad lograron que don Alejandro Cioranecu, rumano universal, recalara en las costas culturales y amistosas de Canarias hace casi cincuenta años. Asilo de un exiliado, Tenerife, acogedora de lo bueno que nos llega, le abrió los brazos y los archivos. La Universidad de La Laguna también sus aulas y su compañía académica. Como corespondencia a esa hospitalidad, desde entonces su enorme producción bibliográfica hasido altavoz internacional de nuestras instituciones y pasaporte que nos ha permitido atravesar fronteras intelectuales. Don Alejandro se ha hecho amigo hasta de los ácaros que pululan entre tomos y legajos. De haber podido acceder a ella, en su cabeza cabría hasta la biblioteca de Alejandría. Para él no sería un drama irse a una isla desierta y tener que elegir un solo libro como compañía. Sin oprdenadores impersonales, impresos en las fichas de sus neuronas, este profesor almacena miles de volúmenes. No como pasivo e inmenso archivo monotemático, sino a la manera de un moderno CD Rom interactivo y multilingue: capaz de conectar entre sí obras, lenguas, culturas y épocas diversas con inteligencia y sensibilidad. O sea, el investigador ideal para sus discípulos, ése que tanto escasea. Don Alejandro es un ejemplo de la terapia que debemos aplicarnos para secar la llantina del alejamiento como causa de nuestros males. Desde aquí y en condiciones precarias, ha construido una magna obra investigadora de uso imprescindible en unos cuantos ministerios de la universal República de las Letras: la literatura comparada, que refleja su ancha visión del mundo, la bibliografía de los siglos XVI, XVII y XVIII de la literatura francesa, benedictina topografía que tantas pistas de aterrizaje continúa ofreciendo a los investigadores de todo el mundo; trabajos sobre los libros de caballería, Calderón, Tirso de Molina o sobre la utopía, un país que conoce como pocos ("Las Islas Afrotunadas dejaron de ser afortunadas desde el momento en que ya no fueron utópicas", dijo en una ocasión). A la luz de sus indagaciones históricas y literarias, hay un antes y un después en lo que a Canarias se refiere. Su historia de Santa Cruz es el mejor homenaje que se le puede hacer a una ciudad con motivo de su quinto centenario. No sólo ha rescatado del olvido a muchso escritores que sinél seguirían en el purgatorio, sino que Viana o Viera y Clavijo, entre otros, no serían lo que son sin su aportación. O la obra americanista (¡su desmitificadora Colón y Canarias, muy por encima de patrioterismos locales!), porque intuyó que América existe en la imaginación canaria antes que en la continental. Además de todo ello, de su magisterio directo e indirecto, está su obra de creación literaria, como novelista y traductor (¡Los italianos conocen mejor a Dante después de su traducción de La Divina Comedia al francés!). O, concluyendo esta imposible tarea de almacenar en el saco de un artículo su gran cosecha investigadora, los ensayos sobre la filosofía del lenguaje, buceo en las profundidades de nuestra psique para mostrar el cordón umbilical que une al lengguaje poético con el lenguaje mágico, para demostrar que los grandes escritores son taumaturgos que, mientras nos engañan, dicen la verdad profunda, descubren la otra cara de la realidad. En el fondo, toda una tarea antidogmática y unitaria porque siempre ha hecho un viaje de ida y vuelta: de la historia a la literatura. Como él mismo ha subrayado, la historia de la imaginación es la que puede influir en el hombre y en la sociedad. Con su obra monumental nos ha iluminado el pasado que, por supuesto, es nuestro presente y futuro. Su vastísima cultura y los largos años dedicados por nuestro doctor honoris causa a la Universidad de La Laguna y a otros centros académicos europeos y americanos han dejado semillas germinadas. La insaciable curiosidad y elfino humor que le aleja de toda intolerancia le han convertido en un gran maestro. Don Alejandro Cioranescu es un manantial de sabiduría de cuya agua puede beber todo aquel que se le acerque sin más deseo que el de aprender. Ausente de las candilejas de la impura actualidad, trabaja sin descanso, porque sospecho que descansa en el trabajo.
by Antonio Alvarez de la Rosa