18 de agosto de 1950Mi querido, mi querida: Os tengo prometido escribiros a diario, cual prueba del cuidado que les profeso en los tiempos turbios que el mundo está atravesando y del cariňo que mi pensamiento acompaňa la vida. A veces se me olvida que nos separan cuatro decenios. Se me olvida que por muy caliente que fuera mi solicitud por vuestro porvenir, mis fuerzas, talvez incluso la intensidad de mis aspiraciones dejan de llegar hasta allí, de donde vosotros y vuestra generación habrá que empezar de nuevo un mundo nuevo. Si realizase cuán profunda es la sima que separa el mundo que fue mío de lo que se está preparando ahora, tal vez no osaría más a levantar mi voz, ni alargaría mi mano hacia vosotros. Pero estoy convencida de que en todo hay una continuidad. Por debajo de las variaciones y los contrastes fluye la misma corriente de vida, hacia fines que nosotros desconocemos, pero que siento presentes en la vorágine de los sucesosde la historia universal, al igual que en la aparentemente caprichosa casualidad de los sucesos de nuestra vida individual. He aquí por que les escribo, dirigiendo mi pensamiento hacia el futuro, cual un hilo invisible que me une a mí también al mundo que llegara. Siento de tal manera integrarme también yo, tan efímera y cercana al final, en la realidad imperecedere que fluye en su eterna actualidad, más allá del tiempo. Os escribo, pero no según un programa de veleidades pedagógicas y pedantes. Pues un programa supondría conocer al tipo humano ideal, al cual os enviaría. Os confieso que, tras haber creído a rajatabla en cierto tipo de hmbre, hoy en día pongo en duda que sus rasgos fueran todavía válidos. Tampoco creo que se debería dejar a los jóvenes crecer a la buena de Dios, pues no creo que se pueda dejar una vida humana presa del ciego determinismo.¿Si no se presta atención a un «llamado», en qué nos diferenciaríamos del «bruto»? He aquí por qué he abandonado todos los «modelos» que me proponía el Pasado y que ya no podrán ser suficientes para el porvenir, pero, en cambo, me dirijo hacia la vía eternamente abierta del llamamiento. De donde procedemos de verdad cada uno de nosotros, tan sólo desde allí se abre esta vía y tan sólo al adelantarnos por la misma crece, se realiza la gente que tenemos que ser para la eternidad. Os escucho preguntarme asombrados: «¿ Acaso has dejado de creer en el rostro del hombre que nos ha dado cual supremo ejemplo el Redentor? ¿Acaso crees, al igual que otros, que se acabó la misión del cristianismo y que la humanidad ya no podrá salvarse a través de Él?» Esperaba tal pregunta, pues la escuché temblar incluso dentro de mí misma. Pues, mis queridos, hoy os contesto sin temor, de otro modo que hubiese contestado hace diez aňos. El Redentor es el único rostro de hombre verdadero. Nadie, ningún santo, ningún sabio ha alcanzado el rostro divino del hombre, salvo Él. Pero justamente por ello, no lo puedo escoger cual modelo para el crecimiento de la gente destinada a quedar relativa y por lo tanto imperfecta. Por ello, he dejado de lado la soberbia de creer que algún hombre podría al menos "imitarle". Él no dijo «sean igual que yo, sino: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» Él nos llamó a su camino. El camino, mis queridos, es infinito, su meta a la cual conduce es la verdad y por lo tanto, la verdadera vida, la verdadera realidad. Cristo no es un tipo de hombre modelo, que uno pueda imitar, a su medida, por muy grande y alta que fuera la misma. Su vida y su muerte no son parábolas, sino el límite infinito hacia el cual pueda tender una vida humana. Ya no osaría deciros, como antes: «Sed como Jesús», Haced como Jesús». "Vivid como Jesús". Hoy os ruego tan sólo que sigáis por el camino de Jesús. Hay una gran diferencia entre la presunciosa confianza de que podríamos imitarle, es decir copiarle y la decisión de encaminarnos por las huellas de sus pasos. Antaňo, creía en la posibilidad del hombre perfecto, mientras hoy sé que al mismo se le destina tan sólo el progreso por el camino sin fin que Jesús abre entre el hombre y Dios, «Seguir» a Jesús no creo que signifique «ser como Él», sino escuchar sumiso su llamamiento, al igual como Él lo había escuchado y tampoco quiere decir, como creen algunos, vivir exactamente en las circunstancias, en las contingencias en que vivió Él, carente de bienes, en total desprendimiento de las cosas mundanas, en perfecta castidad, para morir al final en la cruz. La cruz que cada uno tiene que cargar en sus hombros, al decidirse seguir a Jesús por su camino de Él, pienso hoy en día que ya no es tan sólo el fardo de todos los sufrimientos por padecer, sino aceptar humildemente y de buena gana tu propio llamamiento. Cristo llamó a toda la gente hacia la misma meta, pero no con los mismos medios. Recordad a los vendimiadores, que habían trabajado tan distintamente los unos con respecto a los otros y no obstante ello quedaron redimidos, cada uno según su necesidad. No creo que el Redentor nos haya exigido nos conformáramos con un modelo unico, sino nos ha pedido descubrir cada uno su propio rostro, nuestro único rostro en el mundo, que deberá cumplirse, pues Él murió en la cruz, para cada uno de nosotros y no para todos comol colectividad uniforme. Vuestro llamamiento, mis hijos, es vuestra cruz y no se asemeja a la de nadie. Tan solo Cristo, cuando vayan por sus huellas, podrá aclararos adónde se están dirigiendo. He aquí por qué dejo de acosejaros que seáis de una manera o de otra, sino tan sólo en la manera carente de específico que os enseňa Jesús en el momento en que Le llamen en ayuda, Cuando uno va por el camino de Él, se da cuenta de que en breve lo va a llamar cada vez más a menudo, con mayor fuerza, con mayor urgencia, de modo que no darás ningún paso más por tus propias fuerzas, sino Él te llevará siempre. ¿ Entienden ahora, mis queridos niňos, por qué dejo de creer en prescripciones morales inmutables? Sin embargo, sigo creyendo en la VERDAD y en las PERMANENCIAS. Pero las permanencias no son hitos inquebrantables. Antes bien, las considero cruces, de brazos abiertos, que hay en todos los caminos que van hacia el horizonte infinito. Cristo el Redentor es la vía en que cada uno encuentra su llamamiento. Los que se consideran cristianos, por respetar estrictamete ciertos mandamientos y prescripciones fijas y que tiemblan por no equivocarse un ápice, no dudo que, pobrecitos, serán también salvos gracias a la gran compasión, pero la alegría de la resurección para la vida verdadera uno la vive aquí en la tierra, tan sólo el que esté redimido del temor, el que haya saboreado la libertad, al responder a su llamamiento, día a día, segundo por segundo. Esta respuesta se llama Amor y Dios es Amor. Mis queridos: Qusiera que supieseis con mayor precisión qué es lo que yo entiendo por Verdad, por Permanencias y por Llamamiento. Tenéis razón al cuidaros de las palabras de que mi generación tal vez haya abusado. Las quieren controladas y parece que nosotros las hayamos llevado como fetiches y por causa de esta confianza en su poder creador, hemos perdido a veces el contacto con la Realidad. Es justo que nuestra cultura, exclusivamente teórica, fundada en Ideas y Principios, es decir la cultura idealista corre el riesgo de extraviarse en ensueňos, No para todos, no en el caso de la gente honesta. Para la misma, la noción y la palabra, su ropa sensible tomaba como punto de referencia la experiencia viva y una Realidad que, aunque no abarcaban en su inmensidad, reconocían tratarse de una gran Incógnita, que se debe resolver. Nosotros manejamos las palabras, como un químico emplea sus fórmulas, pero sabemos, al igual que el mismo, que están garantizadas por una realidad fuera de nosotros. Vosotros, tras la generación de la gran guerra ya no creéis en palabras, pues dejáis de creer en el pensamiento. Sin saberlo, sois «Existencialistas», es decir antiintelectuales. He aquí por qué os dejáis llevar por consignas, que son mandamientos, guías para actuar y no para meditar. La diferencia entre Consigna e Idea-principio es fundamental. La idea es guía para meditar y la meditacin es el poder animador para los hechos, despertando el dinamismo del ser humano, mientras la meditación se queda atrás y sin responsabilidad. Una generación dinámica puede transformar el mundo, pero tan sólo mientras esté guiada por un pensador genial. «Das sich das hochste Werk vollende, genügt ein Geist für tausen Hände», dice Goethe, el viejo, en Fausto, en la segunda parte. La consgna es el fetiche de los colectivos. La idea es el fetiche del Individuo.………………………………………………………………………………. Y ahora, a ver lo que entiendo por Verdad, Permanencias y Llamamiento. La verdad. Por supuesto, no la considero una realidad palpable, perceptible. La verdad es un valor, es decir no se somete al tiempo, ni al espacio, ni a la causalidad, ni a una categoría constituyente del conocimiento objetivo. La verdad es un valor, es decir un objetivo ideal, al cual aspiran – de manera asintótica - los conocmientos justos, es decir que correspondan a una realidad controlable. Al igual que el Bien, que lo Bello, la Verdad es una Idea orientadora, que orienta la conciencia pensante hacia la Realidad. Pues es verdad tan solo lo que corresponda a una realidad, bien física, moral o estética. La verdad significa también la totalidad de los conocimientos justos sobre el Cosmos, así como también sobre los fenómenos del alma. De manera que es una verdad científica de un determinado período, integrado por las más justas explicaciones de los fenómenos físicos, psicológicos, históricos y culturales, Por lo tanto, no es todavía toda la verdad, ya que las futuras investigaciones podrán infirmar las conclusiones de la ciencia actual. La verdasd está por lo tanto constituida por lo que se conoce como justo, más una infinita incógnita, pero que se requiere conocer. Decía, hace aňos, a mis alumnos de las clases de estética: «la verdad es lo que es más lo que debe ser». Sin embargo, en toda época de cultura, a pesar de toda la evolucion del conocimiento, hay un fondo de verdad inmutable, que pasa de una época a otra. Tal fondo perenne constituye lo que yo llamo Permanencias. La verdad completa no la podemos conseguir nosotros, los hombres, en nuestra breve vida individual, sino es la herencia pometida a la humanidad en el incesante esfuerzo de las sucesivas generaciones, eternamente y para siempre. El fondo de las Permanencias hace la conexión más allá de las contradicciones y el progreso; sin eso, cada generación debería empezar desde el inicio todas las experiencias y la humanidad viviría en un eterno e inútil bregar. Cual la tela de Penélope, la cultura se deshilacharía cada cuarto de siglo. Pero las Permanencias son el hilo duradero de la tradición, de donde crece lentamente el cambio evolutivo y a la vez las mismas respaldan con vigor la continuidad fundamental de la cultura durante las sacudidas revolucionarias. El progreso no puede constar sino del conocimiento cada vez mas justo de la existencia cósmica y a la vez del aprecio cada vez más justo de los valores morales, por lo tanto del acercamiento, dentro del hombre, de la necesidad cósmica y la libertad del espíritu. De esta manera, la verdad no es sino una idea límite, un hogar al cual tiende el conocimiento y donde «pensar y ser» coincidirían. Ya que nuestra naturaleza nos mantiene dentro de lo efímero, es decir en lo temporal y por lo tanto en la relatividad, la coincidencia sigue siendo apenas un ideal de orientación, pero no para ser alcanzado por el ser humano. No obstante eso, en toda persona normal vive la necesidad vital de una identificacion entre Yo y Todo, entre el tiempo y la eternidad y muy a menudo, la ilusión de desembocar en el Absoluto. La necesidad metafísica, de la cual nos habla Kant, no se deja extirpar de la conciencia humana y por muy escéptico que fuera uno, habrá que reconocer que uno supone en cualquier momento una Realidad, hacia la cual uno se dirige en el conocimiento, al igual que en el acto. Bien que uno la concibe cual substancial, bien que la conciba dinámica, esta Realidad, que científicamente se resuelve en la permanencia de un orden llamado ley, sirve de fundamento no sólo para cualquier conocimiento posible, para cualquier relación posible, sino sirve incluso de fundamento a todo acto vital. La verdad es el límite extremo del conocimiento y como coincidencia del «ser y pensar», hacia el cual aspira la ciencia de todas las categorías y sobre el cual se alza la moral del alma humana, cual límite extremo, seguirá siendo eterno y fuera del alcance de nuestro poder. Ahora entendéis por qué mi generación ha sido relativista: por su espíritu crítico y modestia y no por pereza o decadentismo. No ha rechazado el Absoluto en sí, sino tan sólo en correlación con las facultades humanas y ha considerado la relatividad de la verdad cual consecuencia del relativo conocimiento humano. Pero ella ha creído en el infinito del camino que lleva del hombre a lo absoluto. Nosotros hemos comprendido que el Redentor nos ofrecía una Vía infinita, que lleva a la verdad absoluta e ipso facto a la Vida absoluta. Pues, nosotros hemos entenddo la «Vida» no como fenómeno biológico sino como «existir» en su sentido absoluto, es decir como Realidad. «Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida, decía Cristo. Nosotros hemos entendido: el que siga a Cristo está en el camino infinito, que lleva a la realidad, es decir a la Verdad y de tal manera llega a«plasmarse» en algo real a través de cada «acto cristiano». Y todo acto que no se dirija hacia el infinito, hacia lo Absoluto, hacia la eternidad, se aleja de la realidad, de la verdad y se adentra en la no existencia. Que sea claro: la relatividad que proclamamos en nuestro conocimiento posible, al igual que en el valor de los actos y hechos humanos se refería tan solo a las etapas alcanzadas por el hombre por el camino infinito. La vía misma estaba fuera de la miseria humana, por ser en realidad el único medio para curarse de la miseria humana. He aquí lo que entiendo por Llamamiento. Es la entrada del ser humano por la Vía infinita. La Llamada supone una relación entre dos términos: uno que llama y otro que responde. En realidad, la relación entre las dos voces es justamente lo que constituye la realidad espiritual. Pues el Llamamiento no es otra cosa que la voz en que el Yo se reconoce a sí mismo en lo más esencial. Como el hilo de seda que el gusano saca de su vientre y con el cual construye la casa en que nacera la mariposa, de la misma manera el Llamamiento se forma dentro de nuestro yo temporal, relativo, resucitándonos hacia nuestro yo imperecedero, es decir hacia nuestra verdadera Realidad viva. El que escucha su oración y el que le responde se realiza tanto en el área temporal, a través de hechos, obras, al influir a otros, al igual que se afirma cada vez con mayor vigor en el área espiritual, cual algo único, unívoco e irreductible, cual una personalidad. El Llamamiento surge sin saberlo del ser humano, cual una flor de la semilla invisible de la tierra. No es el fruto de la tierra, sino de la semilla. El Llamamiento es el impulso del poder creador del hombre – de la vida - no sólo de la materia. Surge de la semilla del poder creador que yace en cada hombre. Pero para que dure, requiere el consentimiento del ser. El Llamamiento es el despertar del poder creador dentro de la creación, pero que se calla si la creacion no le responde. La respuesta es el mismo despertar de la conciencia y por lo tanto es el eco consentido de la llamada. El Llamamiento y la respuesta se sostienen mutuamente. Pienso que la «vida espiritual» no es sino un diálogo entre los poderes creadores que llevamos dentro y los poderes ejecutivos que se ejercen a través de la inteligencia y la voluntad. El poder creador, esto es a naturaleza real, imperecedera del hombre, se abre paso, a través del Llamamiento, hacia la naturaleza perecedera de nosotros, es decir se manifiesta como poder realizador. Antes de despertarse en la conciencia, el Llamamiento es apenas un registrador aperceptivo y a pesar de que el poder sintético es activo al inicio, el mismo se forma y queda cual un espejo. ………………………………………………………………………………… ¿ Qué hay que hacer contra el marasmo? Pienso que no podrá curarse sin dejar que la luz penetre en todos nuestros escondrijos. Tener la valentía de llamar por su nombre todos los pecados camuflados, no tener miedo, no tener vergüenza llamarlos por su nombre. Uno corre el riesgo de caer en desesperación, renergarse a sí mismo con horror; vale la pena tener asco de ti mismo, pues tan sólo de tal manera puede uno escaparse de las garras del viejo hombre, podra huir de lo que fue y acercarse a su rostro limpio y verdadero.¿Acado tienes el poder de llevar a cabo tu solo tal operación?¿Quién te garantiza no equivocarte, no cortar dentro de ti hasta las raíces sanas? Es aqui donde surge la necesidad del Confesor, del director espiritual. Acepto que es difícil encontrar tal guía. Aqui hay pocos buenos confesores, son poquísimos. Pero el Redentor es nuestro, de todos, es la unidad de medida que nos permite revisar nuestros pensamientos, sentidos, intentos. No resulta posible ser cmo Él, pero no debemos desesperanzarnos. Pues si la distancia entre Él y nosotros es infinita, al seguirLe estamos sin embargo en Su camino. Todo «modelo moral» os humillaría y llenaría vuestras almas de la amargura de la impotencia. Pero la distancia infinita de Dios a vosotros no puede desesperanzaros, sino apenas enseňaros la humildad. La humildad ante Cristo os cura de toda humildad ante la gente. «Je crains Dieu, cher Abner et n'ai point d'autre crainte»[1] ¿Acaso he vagueado por senderos apartados, hijos mios? Nos hemos apartado de nuestro interés inicial: es difícil vivir concienzudamente. Es difícil por tratarse del esfuerzo ininterrumpido de arrancarse uno de su ser inconsciente – del Cosmos, para integrarse en lo espiritual. Escribo «arrancarse» y me equivoco de manera profunda y esencial. He aquí las huellas imborrables del conformismo religioso y moral al cualo no puedo mojarle la oreja, ¡ a pesar de la osadía de pensar libremente ! No, no arranquéis de vosotros al hombre cósmico, no lo echéis cual mala hierba inútil, no debéis renegar de ningún pedacito de vuestro ser, Cuán ciegos son los fieles que arremeten con odio cntra la «cizaňa» del trigo. Cristo jamás dijo arrancarla. Pero dice que será echada al fuego y que arderá.¿Acaso arder significa perecer? ¿No significa acaso convertirse? No arranquéis la cizaňa de vosotros, la queméis, es decir sufrid y convertidla. ¿Matar a todas las bestias de nuestro adentro? Pero de un rato a otro surgen otras.¿Cómo las venceréis? Sólo aniquilando la oscuridad de vuestro interior, sólo dejando que penetre la luz de la conciencia clara, en que los monstruos mueren de por sí. Sin embargo, el problema sigue abierto:¿cómo crear luz dentro de mí?¿De dónde sacar esta valentía? Que os sirva de ejemplo el paralítico del Evangelio: pedid que os podáis mover, pedid y no apenas desear. Cuando consigáis la luz, cuando se mueran los monstruos dentro de vosotros, vuestro ser cósmico, ahora esclarecido, sera capaz de llevar su flor espiritual. Lo sé, los fieles saldrán a mi camino y me preguntarán con severidad: «pero el Redentor no estimaba al hombre cósmico. Él no habló desde este mundo, sino desde el otro." Cuán locos estamos al no entender Sus palabras, a pesar de estar tan claras. ¿Acaso el Reino de Dios, que Él opone al Reino del Otro o a la vida mundana, reniega del cosmo y del hombre cósmico, es decir del animal con todos sus instintos y de toda su vida carnal? No lo creo, no puedo creer que Cristo haya renegado de un ápice del ser. Lo que Él supera es el mundo moral viejo, la ley vieja, y por eso nos llama a nacer de nuevo. El imperio de la oscuridad no está en el cuerpo, sino es la perversion del hombre natural debida al pecado. Cristo no reniega del hombre, del ser con cuerpo, sino del pecado. Es éste que convierte el cuerpo en su instrumento, pero el cuerpo no es su origen. No hay nada que arrancar del cuerpo y de sus instintos normales, sino hay que quemar todo, es decir purificar, transfigurar. Para fructificar espiritualmente hay que vivir integralmente. Pero vivir integralmente no quiere decir ahogarse en el deleite de las sensaciones del cuerpo, sino quiere decir, al contrario, vivir el valor infinito del momento efímero. Correlacionar todo, hasta la más humilde sensación corpórea al Absoluto. Dirigirlo hacia el Absoluto. ¿Pensáis que es fácil hacerlo? No, mis queridos, ésta es la gran dificultad de la vida: intensificarla hasta la creación en todo momento. Pues no se trata de destruir al hombre pasajero, en honor a Dios, sino de hacerlo inmortal. Ellos ven en Dios un Baal y un Moloc a quien uno le sacrifica y destruye la vida. Cristo nos ha enseňado todo lo contrario, resucitar. Resucitar con nuestro cuerpo glorioso, es decir que cada célula perecedora descubra su rostro eterno. Morimos con el cuerpo pecaminoso, pero hacemos resucitar al inmaculado, al glorioso. La victoria sobre el cuerpo, a través del sufrimiento, al igual que los santos, no significa renegar del mismo, sino educar e intensificar la vida de sensaciones hasta la Creación.................................................................................... Mis queridos: … Esta es nuestra misión cultural de hoy. No es posible que nos interese rivalizar con los pueblos de cultura más antigua, sino encontrar nuestro lugar en Europa., en el mundo. Mientras el tamaňo de los países decidía el derecho de los pueblos, podíamos aspirar ante todo al aumento del territorio y debíamos luchar con los vecinos a fin de que no nos invadan. Pues el derecho a la vida era proporcional a la extensión del territorio. Pero hoy se está preparando una era nueva. Ya no hay pueblos grandes y pequeňos. Habrá «gente» con derecho a vivir libremente, con el deber de ayudarse mutuamente. La dignidad de los pueblos y por lo tanto sus derechos descansarán en su poder de humanidad. Sé que muchos sonreirán y me tildarán con desprecio de ingenua. Pero los que no crean en algo mejor jamás contribuirán a la edificación de un mundo más humano. Escucho las voces del mundo y trato de esclarecer el sentido de los gustos mundiales. Veo como van surgiendo los Estados unidos de Europa y como va apretándose el tejido de la sociedad humana. ¿Por que teméis que los pueblos puedan perder su específico dentro de tal logro político? Habrá que investigar de cerca la conciencia nacional. Ahí se decide la suerte de nuestro porvenir como pueblo de cultura. He aquí la necesidad urgente de volvernos hacia nosotros. No para que nos opongamos a otros, para que nos distingamos a toda costa, sino para que seamos de verdad hombres y a través de nuestro específico, vivido de manera positiva, realicemos de lo más real el rostro de lo Humano. A menudo me pregunto ¿qué le faltaría al alma europea si no fuéramos nosotros, los rumanos ?…………………………………………………………………………… 9 de febrero de 1951 La conciencia de tu propio deber y de tu papel en el mundo no la crea nada y nadie desde afuera . Ella suena dentro de ti en el momento decisivo de la vida. Lo único que se puede hacer para ayudarle a uno reconocer la voz del llamamiento y no confundirlo es acostumbrarlo desde pequeňo con la vida interior. El recogimiento, el examen de su conciencia son actitudes corrientes entre los niňos anglosajones a unos 4 aňos de edad, al igual que la preparación para la primera comunión entre los católicos y para la confirmación, entre los protestantes. Nada podrá reemplazar este examen interior diario para aumentar el rostro interior. Ninguna cultura psicológica experimental instruye mejor al joven, como también al adulto, en la interpretación de sus movimientos interiores. El análisis psicológico es, en realidad, algo parecido a la autopsia, mientras el examen íntimo es una observacion en vivo. Decía más arriba que el hombre despierta a su conciencia al trabajar. Corregiría: al realizar. En realidad, se está manifestando la verdadera calidad de uno. El hecho puede engaňar a uno en cuanto a su poder. …………………………………………………………………………… 12 de febrero de 1951 Hijo mío: …Efectivamente, el respeto al ser humano, que caracteriza al espíritu Europeo, ha revestido diferentes aspectos en el Occidente. El Renacimiento está, a decir verdad, lleno de la tensión entre Uno y el Colectivo e intento resolver la oposición (desde Maquiavelo, T. Moro y otros hasta Montaigne y después), pero el verdadero respeto integral a los seres humanos, que es el ideal cristiano, no se alcanzó, pues tanto la Iglesia católica, como también la protestante pecaron tremendamente contra la enseňanza de Cristo, que pedía amar al prójimo, junto al amor por Dios. La redención del Hombre representa el centro del cristianismo y sus desviaciones llegaron a sacrifir al hombre por razón del colectivo. Pues el «Colectivo» reemplaza la Unidad orgánica, viva de los espíritus. Toda Europa tiene la culpa de lo que está pasando hoy y no sólo por descuidar a las clases trabajadoras, en beneficio de una minoría, ha causado la revolución proletaria, sino, ante todo, por haber fundado sociedades con leyes estrictas se vio obligada a defender la estructura social, es decir la ley escrita, sacrificando a menudo al hombre. En efecto, el hombre singular ha sido cada vez mas subordinado a un interés trascendental. En la Ciudad normal no debería haber la tensión entre uno y los muchos (un ejemplo es la Iglesia) hasta llegar a sacrificar a Uno. Pero ninguna ley podrá abrazar a la individualidad, en lo que la misma tenga más verdadero y más vivo dentro de sí, en lo que es eterno dentro de ella. Toda ley subordina a algo cada vez más universal lo Único de una persona. Lo que distingue al Cristianismo es justamente la liquidación de la ley y su reemplazo por el amor (véase San Pablo). Es decir, el cemento que mantiene unida a la sociedad humana ya no es el temor, sino el amor, por supuesto no el erótico, ni el surgido de preferencias exclusivistas, sino el amor cual consentimiento, cual identificación con cualquier ser humano, por muy diferente que fuera. La unicidad de la persona deja de entrar en conflicto con la unicidad de los demás y llega a perfeccionarse, a realizar la fusión. Todos en uno y uno en todos. Pero lo que nos interesa en estos apuntes es que Europa, justamente a través de su progreso moral, ha cavado la raíz del Humanismo, que debía tanto al Cristianismo, como también a su tradición grecorromana. La última es humanista por el acento que hace recaer en el hombre, al cual salva del determinismo de la Naturaleza, desarrollando dentro del mismo el sentimiento y la idea de Libertad. Pero no logra sacarlo del yugo de la fatalidad ciega al introducirlo en la relación moral de la legalidad. De tal manera, la persona liberada a través del espíritu, por el mismo espíritu resulta encadenada. La evolución de la cultura europea ha llevado inevitablemente al hombre de una esclavitud a otra; la única diferencia reside en que la moral se llama moralidad y el poder dominante es la sociedad representada a través de la ley. Toda libertad en esta formación se convierte en anarquía. Escribo todo esto sin un ápice de escepticismo en cuanto a la cultura europea, tan sólo comprobando la evolución lógica a través de la cual debía pasar del estado patriarcal al de una sociedad civilizada, por razón del molde inicial en que se formaron las sociedades europeas, un molde guerrero y no familiar. Es natural que la persona no pueda librarse jamás definitivamente, sino convertirse anárquica y rompiendo el orden. Europa tenía que escoger entre el Orden y la Anarquía, es decir su Humanismo es muy relativo. Ha recalcado el papel central del hombre en el Universo. Pero el ser humano fue subordinado a la ley, es decir a un orden moral que se le impone, invitándole a través de todas las filosofías a aceptarlo, como si hubiera sido hecho por él mismo. La autonomía es la forma suprema del respeto humano alcanzada por el pensamiento jurídico de la Europa Occidental.¿Acaso, podrá uno imaginarse otro orden entre los hombres a no ser el garantizado por la ley?…………………………………………………………………………… Jamás he sentido directamente mi valor, pero lo diviso en la reacción de los demás. El amor, el respeto y ante todo su confianza de ellos en mí, como pude verlo hasta en el presidio, me hacen creer que hay en mi un carisma que he recibdo sin merecerlo, pero que tengo el mérito de haberlo guardado. Si dejo en estas hojas mis pensamientos es para dejar detrás de mis los «efectos» de este carisma, una semilla de humanidad crecida, nutrida, resucitada tantas veces y regalada por una vida humana. En una carta escribía que necesitamos maestros vivos y no principios. Escribía que necesitamos gente modelo. Me da gana reírme mucho al notar que la mujer tan modesta que he sido, se da a conocer tan soberbia ahora, hasta creerse ¡un modelo de persona! Mentiría si negase o encubriese tal sentimiento. «Nur die Lupen sind bescheiden*», decia Goethe. Pienso haber sido y ser modesta mientras he sido y me esfuerzo ser "objetiva", es decir ¡toda mi vida de persona consciente! Por lo tanto, el sentimiento acerca de mi valor, que estoy confesando, no es soberbia, sino una comprobación: no soy un valor, sino el acierto de mi vida, es decir el carisma que me ha sido dado y que no he menospreciado, sino lo he consagrado, a veces hubiera dicho incluso sacrificado, mi yo, que he puesto a su disposición, para emplearlo como un instrumento de expresión. He tenido la influencia que he tenido, pues he sido y soy una persona que ha buscado honestamente su misión y la ha vivido honestamente. Desde luego, hubiera sido imposible no atravesar crisis íntimas, luchando con el egoismo y con los arranques, pero si he logrado someterlos al carisma que sentía llamarme imperiosamente, considero haber llegado a la madurez como una persona auténtica. He aquí por qué sin enredarme en una falsa modestia y sin llegar a proponerme como modelo a seguir, os escribo esto. El maestro modelo no significa «hombre perfecto», sino el «hombre verdadero», en cuya vida los jóvenes pudieran descifrar una directriz y un estilo. …………………………………………………………………………..
*"Tan solo los pillos son modestos". 26 de agosto de 1954 …Cambia el objetivo y a la vez el resultado de la educación: el hombre. Y los métodos pueden ser algunas veces malos, pese a que los objetivos son buenos y al revés. Lo que tenemos que aclarar ante todo es el objetivo, y esto después de haber mirado la realidad. Somos cómo somos. ¿Pero cómo seguimos creciendo? ¿Que vamos a echar de nosotros, que guardaremos para "realizarnos"? Pues, la última meta no puede ser sino cumplir nuestra propio destino como persona, como nación, como parte de la humanidad. No pienso en el destino en el sentido metafísico, pues nadie puede conocerlo, sino pienso en el destino en el sentido de Entelequia aristotélica, es decir la forma que llevamos incluso en nuestro germen. Es de lo más natural que nos desarrollemos según una forma de la especie y del mismo modo, en lo moral, en lo espiritual tengamos que cumplir las razones de lo humano. Acaso¿no sería de lo más sencillo en vez de buscar otros fines (excéntricos) en la educación, ayudar a que se cumpla lo humano del mismo hombre? Desde luego, surge un nuevo asunto:¿Qué es humano? Montaigne responde «Ni ange, ni bête»*[2], dejando entre los dos extremos el infinito intervalo abierto a un infinito progreso. Cada época puede inscribir en este intervalo un perfil humano nuevo. Sin embargo, la dirección del cambio está decidida: de la bestia al ángel. Algunas épocas han renegado de la bestia, mientras otras reniegan del ángel. Montaigne, al igual que la Antigüedad quieren mantener el equilibrio entre las dos naturalezas. Ellos conocen la realidad y por eso parten de la misma, para perfeccinarla por completo.……………………………………………………………………………. 27 de agosto de 1954 … Indistintamente de las explicaciones fisiológicas y biológicas de los fenómenos de conciencia, tenemos que reconocer que la evolución creadora del impulso vital muestra un incesante afán de pasar de la determinación mecánica a la creación, es decir a la libertad. Es por esto qe no puedo responder sin dudar a la pregunta:¿adonde?" a no ser por "hacia la libertad". Por supuesto, la palabra lleva otro sentido que el corriente. Entiendo porlibertad el triunfo sobre el determinismo. La libertad en el sentido que se le atribuye corrientemente es anárquica y es la forma más sutil del determinismo. Por eso, la llamaría, para diferenciar, el objetivo hacia el cual aspiramos, llevando otro nombre que no se haya descalificado. La llamaría espiritualidad. No confundirla con el «espiritualismo», doctrina que reduce todo al espíritu. La espiritualidad, a la cual aspiramos, significa tan sólo la preponderancia del espíritu sobre la materia inconsciente, mejor dicho el dominio del espíritu claro, del sentir claro, de la voluntad clara, del orden en contra de la invasión del subconsciente, la impulsividad, la anarquía, o mejor dicho el predominio del acto creador sobre la reacción mecánica. ¿Adonde? Hacia la libertad, hacia el hombre de poderes creadores, pero no tan sólo de creaciones intelectuales, sino también orales y estéticas todas juntas, es decir religiosas. Los poderes creadores son a la vez vitales, que el hombre debe convertir en poderes de creación cultural.………………………………………………………………………….. 14 de Octubre de 1954. Santa Parasquiva … Liberar a la gente no significa por lo tanto sacarla de las restricciones y obligaciones y abrir camino a su libre albedrío. Liberar a la gente significa desencadenarla del determinismo en que nace corpóreamente y volver a nacer, esta vez del espíritu – es decir, cambiarla de poder determinado en poder determinante, de re-acción en acción. El Redentor habló de este segundo nacimiento y Él mismo enseñó el método para que uno nazca del espíritu. A saber, en la parábola de la montaña y en el supremo mandamiento: ama a Dios por encima de todo y a tu próojimo com a ti mismo. En la parábola de la montaña dice todo lo que dicen todas las morales, pero, al sobrepasar todas las interdicciones en sus límites, entra en el campo considerado por la razón como del imposible. Si uno llegase a considerar que la rendición depende tan sólo de estos mandamientos, el hombre sería destinado indudablemente a su destrucción. Pero nosotros entendemos que Jesús quiso hacer hincapié en la diferencia fundamental entre la antigua fe y la nueva nueva que nos traía. Ella empuja al hombre más allá de su poder natural, lo arroja lejos, a lo imposible, más allá de los límites de su naturaleza determinada. Arroja al hombre al absurdo, obligándolo a salir vencedor mas allá de su campo natural. Lo obliga a superarse siempre, sin cesar y sin parar contento de sí. Lo protege contra todo momento de parada, pues en tales momentos el poder creador, es decir el espíritu, se apaga. Pienso que la parábola de la montaña es una guía y no un texto de ley. Si fuera ley, toda persona sería condenada eternamente (véase San Pablo). Ella indica el proceso de espiritualización a través del método que es el paso por el límite, es decir la orientación hacia el absoluto. Ningún objetivo infinito sigue siendo absolutamente válido. La liberación se realiza por consiguiente mediante la orientación del hombre hacia el absoluto, mediante la superación de todo objetivo inmediato al pasar sin vacilar de una etapa a otra, hacia el absoluto. El mismo significado existe en el mandamiento supremo. Pues amar a Dios por encima de todas las cosas significa no parar en ningun afecto sensible, dejar de tener apego a algo y aspirar a la perfección. Por consiguiente, amar todo, pero aspirando en todo momento a la perfección, a lo perfecto. «Y a to prójimo como a ti mismo». Conocedor del ser limitado, es decir determinado, Cristo baja ahora a la práctica diaria, al amor determinado, el más libre. "Ama a tu prójimo", es decir a cualquier hombre, según lo prueba la parábola del Samaritano, amigo o enemigo (Otro paso al límite). Pero el método viene precisado en la segunda parte del mandamiento: como a ti mismo. Es aquí donde se aclara el sentido que el Redentor da a la noción de "amor", concepto central de su doctrina, que la diferencia de cualquier otra. Querer a uno como uno se quiere a sí mismo. Uno no se quiere sentimentalmente a sí mismo. De uno se tiene «un goût qu'on ne trouve qu'à soi même». Aquí está la raíz del egoismo, el gusto de uno mismo, que lo enlaza y lo lleva al suicidio. El Redentor reconoce esta esencia de la natraleza humana la destrucción inscrit en el ser humano. Cuando pide que uno ame a su prójimo como a sí mismo